domingo, 1 de marzo de 2009

A manera de introducción...




Hace algunos años asistir al cine se convertía en un melancólico rito que comenzaba con comprar el periódico donde viniera la cartelera completa, luego buscar la película que queríamos ver (previa discusión y negociación), después encontrar la sala cinematográfica más cercana y cotejar horarios. En ese tiempo no existían los grandes complejos cinematográficos con diez o más salas, sólo había cines amplios (algunos con tres salas), de pésimo sonido, hedorosos y sucios, los niños corrían por todo el pasillo del cine y cuando comenzaba la función –realmente la sala quedaba a oscuras- regresaban con sus padres a las butacas (aunque a veces no sabian con quien quedaban sentados), si llegabas tarde a la película podías pedirle al acomodador que te buscara un lugar valiéndose de una lamparita y en correspondencia le dabas unas monedas, nunca faltaba el “mamila” que en compañía de sus amigos entraba ya comenzada la proyección y gritaba muy orgulloso el “ya llegué” mientras todo mundo lo callaba… y cómo olvidar los intermedios cuyo fin de consumismo quedaba claramente expuesto con textos como “visite nuestra dulcería”, en este punto es donde los niños perdidos aprovechaban para reencontrarse con sus padres.
Las salas casi siempre estaban llenas, ya que los estrenos llegaban después de seis meses (si bien nos iba) o hasta un año una vez que terminaban su corrida comercial en Estados Unidos, todo esto aumentaba la expectación por ver “X” o “Y” película, llegando a situaciones que en este momento resultarían inverosímiles como lo es el hecho de que existía la reventa para ver las películas.
Al salir de la sala, era muy común que si la cinta era infantil, afuera estuviera inundado por vendedores ambulantes que te ofrecían “el juguete oficial de la película” o al menos el poster, con la emoción a flor de piel no era difícil dejarse enmarañar y adquirir tan “fabulosos” productos; en fin, qué buenos tiempos aquellos, sin embargo hay algo que no ha cambiado y eso es el sentimiento que nace al ver proyectadas en una pantalla, mil y una historias que van desde emocionarnos, asustarnos, cuestionarnos y entretenernos hasta inspirarnos a buscar ser parte de aquellos que cuentan las historias valiéndose de este maravilloso arte que es el cine.
El cine es un trabajo en equipo, no obstante, lo que más recordamos es la HISTORIA que nos atrapó o aburrió, o la palabra que quieran poner... Y esto es responsabilidad del guionista.
Bienvenidos a GUIÓN ALTO, un espacio abierto para la libre opinión y análisis, “acción”.
-Ricardo Cornejo Buenrostro

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